Por MERC
La semana pasada tuve la fortuna de
leer un artículo de la señora Rosario Marín, una mexicana de sonrisa
amable y hablar sencillo que a los 14 años llegó a vivir a Estados Unidos y que
se convirtió nada menos y nada más que en tesorera de ese país.
No creo que sea
cualquier cosa solicitar chamba de tesorera de la nación más rica y poderosa de
este mundo. Alguna habilidad debes tener. Rosario Marín no es mexico-americana
ni pocha, ni chicana. Es mexicana. Me sorprendió su sencillez y me sorprendió su
inteligencia. Una mujer admirable. Por cierto, Rosario Marín habla un español
tan correcto como tú y yo lo hablamos. Un verdadero español, sin anglicismos ni
xicanismos. Esta señora mexicana que durante cuatro años estampó su firma en
todos los dólares americanos, no tiene en la cabeza delirios rimbombantes de
cultura xicana ni mitos ridículos y trasnochados como Aztlán.
Lo mismo se aplica
al almirante José Betancourt. Oriundo de Matamoros Tamaulipas, este señor
alcanzó el más alto grado al que puede aspirar un militar en la base naval más
grande de Estados Unidos como es la de San Diego. Existen demasiadas historias
de mexicanos (que no chicanos o pochos) que llegan a ser exitosos en Estados
Unidos.
Y hay un detalle común en todos ellos: Ninguno habla spanglish, ni tiene
tatuadas vírgenes de Guadalupe, ni promueve la vida loca, ni decora su casa con
murales de Quetzalcóatl ni mucho menos, pero eso sí todos ellos han sobresalido en las encomiendas que les han dado.
Un verdadero ejemplo, al menos a tener encuenta no te parece?
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